Fuente: La vanguardia 10/04/2020 resumen entrevista Dr. Fondevila

Son tiempos de teletrabajo. Se impone la teleducación. Los conciertos son vía las redes sociales. Y el streaming sustituye a los hoy cerrados cines. ¿Pero aguantará Internet? Con la pandemia de la Covid-19, el mundo se vuelca en la red, que suma y suma contenidos y usuarios. El primer aviso, sin embargo, lo dio Mark Zuckerberg, que decidió aumentar la capacidad de los servidores de WhatsApp por el riesgo de colapso en medio de la crisis del coronavirus –ahora que las videollamadas y llamadas de voz crecen entre millones de personas confinadas. Antes llegaron Netflix y YouTube, que bajaron la calidad de sus vídeos para soportar un consumo no previsto. Estamos recluidos, pero hiperconectados. Y es así que llegan las dudas. ¿La actual red soportaría a continentes enteros metidos en casa, confinados sin poder salir a la calle, y dependientes del acceso a un Internet que es a su vez dependiente de cables muy físicos con capacidades finitas? ¿Y en España?

Joan Francesc Fondevila, director del Centro de Estudios sobre el Cable y profesor en varias de las universidades catalanas, responde, sin titubeos, a La Vanguardia: “En los países desarrollados, la red está suficientemente replicada. Existe una cantidad elevada de back up como para resistir un aumento sensible de su uso. De hecho, hasta la crisis a raíz del coronavirus, en el sector se reconocía una infrautilización de las redes. Ello se percibía en una capacidad sobrada de las redes transoceánicas”, afirma.

Fondevila se refiere a las infraestructuras de fibra óptica, esenciales para contar con el servicio adecuado de acceso a Internet, sea cual sea el contexto. Al igual que las redes móviles. Pero en ambos casos son las que son, las ya construidas hasta ahora. Y ahora, cuando el consumo por lo menos se ha duplicado, cuando no triplicado o cuadruplicado según qué día y según en qué momento –como repiten todos los operadores desde la dominante Movistar, pasando por Orange, Vodafone, el grupo MasMovil o el grupo Euskaltel–, es cuando vuelve la duda: ¿tiene la capacidad suficiente?

Los expertos consultados recuerdan que España ya es el tercer país de Europa en conexiones de fibra, lo que supone el 65% de las conexiones de banda ancha fija. Que las redes móviles 4G ofrecen cobertura a hasta el 99% de la población. Y que, por eso, se habla de la robustez de la red. También por las tareas que, día a a día, desarrollan los operadores en tiempos de emergencia sanitaria: el mantenimiento, la monitorización constante y la creciente solución de incidencias por el actual mayor número de reuniones online, clases online, contacto con la familia y amigos online, entretenimiento o gaming online y un largo etcétera que habla, siempre, en digital.

“En el contexto internacional, España dispone de una realidad de conectividad realmente privilegiada, necesaria en la sociedad de la banda ancha. Otra cuestión son las redes internas de algunos países de los continentes en vías de desarrollo, que sí, sufrirán con la exigencia de su uso. Pero en nuestro entorno se están recogiendo las bondades de aquello que se sembró con visión de futuro: una espectacular red de fibra óptica”, incide Fondevila. Algo que el Colegio Oficial de Ingenieros Técnicos de Telecomunicación (COITT), por su parte, repite: “Cada país tiene sus diferencias, pero la interconectividad entre los distintos continentes y países está dimensionada de forma correcta para que no haya problemas”.

Otra cosa, como coinciden los especialistas, es que (como pasa, por ejemplo, con las carreteras) cada país depende tanto del tráfico total como de cómo está ordenado, de optimizarlo, de si hay límites a su velocidad, etcétera. Más cuando, según cita a La Vanguardia la compañía de análisis tecnológico Akamai, el tráfico en Internet a nivel global ha aumentado alrededor de un 30% desde finales de febrero hasta finales de marzo –cuando el crecimiento global, según relata la empresa, solía ser del 3% mensual. En España, esta nueva realidad incluso se intuye ya antes de decretarse el estado de alarma y las primeras medidas de confinamiento, el pasado 14 de marzo.